REVISTA DE POR ACÁ

Con el objetivo de mostrar la cultura regional en todos sus aspectos, apareció en su segunda época en 2007, en formato electrónico.

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domingo, 1 de febrero de 2009

Preservar el Estado laico


Primero fue Vicente Fox, que se escudó en la Virgen de Guadalupe al inicio de su sexenio; se hincó frente al papa Juan Pablo II (jefe de Estado de El Vaticano: el presidente de los mexicanos humillándose frente a otro jefe de Estado, pues), y nos dedicaba bendiciones a la par que llevaba a México al despeñadero.

Luego siguió el espurio, Felipe Calderón, que si bien al principio mantuvo una postura prudente en cuanto a la expresión pública de su religiosidad, poco a poco se fue destapando, hasta que terminó con su prédica frente a la jerarquía eclesiástica en pleno, en la inauguración del Encuentro Mundial de las Familias. Nos habló de Dios, de su "santo patrono" San Felipe de Jesús y de la Virgen de Guadalupe, mientras su ineficacia como titular del Ejecutivo federal y la protección de los intereses que lo llevaron al poder, sumían definitivamente a nuestro país en toda una neumonía política, social y económica.

Con ese ejemplo, el gobernador de Baja California, José Guadalupe Osuna Millán, y el presidente municipal de Mexicali, Rodolfo Valdez Gutiérrez, se envalentonaron, salieron del clóset y con recursos públicos y haciendo uso de sus investiduras oficiales nos invitaron a sus gobernados a que acudiéramos a la "misa histórica" para inaugurar la Serie del Caribe 2009.

Y nos exhortaron: "Participa como testigo en la coronación de la Virgen de Guadalupe como Patrona del Caribe y en el homenaje a Juan Pablo Segundo", según se publicó en un desplegado aparecido en los diarios locales.

¿De qué sirvió que Fox y Martita se pasaran los seis años de su gobierno repartiendo bendiciones, si a la par daban garrotazos al movimiento democrático del país, a la figura presidencial, a la concordia social, al bienestar de la población, a la herencia que recibieron de décadas de lucha por un mejor México librada por personas de distintas ideologías?

¿De qué sirve que Felipe Calderón se vanaglorie de que México es el país de la Virgen de Guadalupe, si a ese mismo país lo está entregando en pedazos a intereses que no son los de la sociedad mexicana; si su ambición por llegar a la presidencia "haiga sido como haiga sido" ha tenido como consecuencia directa la más grave crisis política, social y económica que hemos vivido en las últimas décadas?

¿Creyó el gobernador Osuna Millán que acudirían con él a la "misa histórica" y le darían como hermanos la señal de la paz, los familiares y seguidores de sus presos políticos: el líder de colonos Ricardo Montoya Obeso y los profesores Héctor Lara y Carlos García; las viudas y huérfanos de los tantos inocentes que han caído víctimas del clima de inseguridad que hemos estado sufriendo en Baja California; los familiares de los presos asesinados por las policías en el operativo ejecutado en el penal de La Mesa, en Tijuana, y por el cual no le ha pedido la renuncia al secretario de Seguridad Pública, Daniel de la Rosa Anaya?

Además del doble discurso panista, de presentarse como los ungidos del Señor, por un lado, y actuar con todos los vicios que criticaban de los gobiernos priístas (nepotismo, corrupción de todo tipo y en todos los niveles, fraudes electorales, autoritarismo, represión política, y paremos de contar), estas actitudes son una grave violación al Estado laico que debe regir en nuestro país.

La historia nos ha demostrado a los mexicanos las lamentables consecuencias que trae para la sociedad la colusión de intereses entre la religión y la política. Sabemos de antemano que los panistas reniegan de la laicidad del Estado, y que a pesar de haber protestado cumplir con la Constitución y todas las leyes, un día sí y otro también burlan la legalidad de distintas maneras.

Sin embargo, no por ello debemos quedarnos callados. El cogobierno Estado-Iglesia nos haría retroceder a épocas y situaciones que nos han dejado dolorosamente marcados y que ya debemos tener superadas. No lo permitamos.

El Estado laico es una garantía de libertad para todas las religiones y todos los creyentes. Es uno de los grandes legados de nuestro pasado. No dejemos que una clase política irresponsable y una jerarquía eclesiástica ambiciosa acaben con él.

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